martes, 30 de octubre de 2012

Miguel Hernández.

102 aniversario de su nacimiento.






SEXO EN UN INSTANTE - I

A un tic-tac, si bien sordo, recupero
la perpendicular morena de antes,
bisectora de cero sobre cero,
equivalentes ya, y equidistantes.
Clama en imperativo, por su fuero
con más cifras, si pocas, por instantes;
pero su situación, extrema en suma,
sin vértice de amor, holanda espuma.





















A ti sola, en cumplimiento de una promesa que habrás olvidado como si fuera tuya.

UN CARNÍVORO CUCHILLO

Un carnívoro cuchillo
de ala dulce y homicida
sostiene un vuelo y un brillo
alrededor de mi vida.

Rayo de metal crispado 
fulgentemente caído,
picotea mi costado
y hace en él un triste nido.

Mi sien, florido balcón
de mis edades tempranas,
negra está, y mi corazón,
y mi corazón con canas.

Tal es la mala virtud
del rayo que me rodea,
que voy a mi juventud
como la luna a mi aldea.

Recojo con las pestañas
sal del alma y sal del ojo
y flores de telarañas
de mis tristezas recojo.

¿A dónde iré que no vaya
mi perdición a buscar?
Tu destino es de la playa
y mi vocación del mar.

Descansar de esta labor 
de huracán, amor o infierno
no es posible, y el dolor
me hará a mi pesar eterno.

Pero al fin podré vencerte,
ave y rayo secular,
corazón, que de la muerte
nadie ha de hacerme dudar.

Sigue, pues, sigue cuchillo,
volando, hiriendo. Algún día
se pondrá el tiempo amarillo
sobre mi fotografía.




      ROSARIO, DINAMITERA
    Rosario, dinamitera,
    sobre tu mano bonita
    celaba la dinamita
    sus atributos de fiera.
    Nadie al mirarla creyera
    que había en su corazón
    una desesperación,
    de cristales, de metralla
    ansiosa de una batalla,
    sedienta de una explosión.

    Era tu mano derecha,
    capaz de fundir leones,
    la flor de las municiones
    y el anhelo de la mecha.
    Rosario, buena cosecha,
    alta como un campanario
    sembrabas al adversario
    de dinamita furiosa
    y era tu mano una rosa
    enfurecida, Rosario.

    Buitrago ha sido testigo
    de la condición de rayo
    de las hazañas que callo
    y de la mano que digo.
    ¡Bien conoció el enemigo
    la mano de esta doncella,
    que hoy no es mano porque de ella,
    que ni un solo dedo agita,
    se prendó la dinamita
    y la convirtió en estrella!

    Rosario, dinamitera,
    puedes ser varón y eres
    la nata de las mujeres,
    la espuma de la trinchera.
    Digna como una bandera
    de triunfos y resplandores,
    dinamiteros pastores,
    vedla agitando su aliento
    y dad las bombas al viento
    del alma de los traidores.
















                                                 MADRID  

    De entre las piedras, la encina y el haya,
    de entre un follaje de hueso ligero
    surte un acero que no se desmaya:
    surte un acero.

    Una ciudad dedicada a la brisa,
    ante las malas pasiones despiertas
    abre sus puertas como una sonrisa:
    cierra sus puertas.

    Un ansia verde y un odio dorado
    arde en el seno de aquellas paredes.
    Contra la sombra, la luz ha cerrado
    todas sus redes.

    Esta ciudad no se aplaca con fuego,
    este laurel con rencor no se tala.
    Este rosal sin ventura, este espliego
    júbilo exhala.

    Puerta cerrada, taberna encendida:
    nadie encarcela sus libres licores.
    Atravesada del hambre y la vida,
    sigue en sus flores.

    Niños igual que agujeros resecos,
    hacen vibrar un calor de ira pura
    junto a mujeres que son filos y ecos
    hacia una hondura.

    Lóbregos hombres, radiantes barrancos
    con la amenaza de ser más profundos.
    Entre sus dientes serenos y blancos
    luchan dos mundos.

    Una sonrisa que va esperanzada
    desde el principio del alma a la boca,
    pinta de rojo feliz tu fachada,
    gran ciudad loca.

    Esa sonrisa jamás anochece:
    y es matutina con tanto heroísmo,
    que en las tinieblas azulmente crece
    como un abismo.

    No han de saltarle lo triste y lo blando:
    de labio a labio imponente y seguro
    salta una loca guitarra clamando
    por su futuro.

    Desfallecer ... Pero el toro es bastante.
    Su corazón, sufrimiento, no agotas.
    Y retrocede la luna menguante
    de las derrotas.

    Sólo te nutre tu vívida esencia.
    Duermes al borde del hoyo y la espada.
    Eres mi casa, Madrid: mi existencia,
    ¡qué atravesada!


















    NANAS DE LA CEBOLLA

    La cebolla es escarcha 
    cerrada y pobre. 
    Escarcha de tus días 
    y de mis noches. 
    Hambre y cebolla, 
    hielo negro y escarcha 
    grande y redonda. 
    . 
    En la cuna del hambre 
    mi niño estaba. 
    Con sangre de cebolla 
    se amamantaba. 
    Pero tu sangre, 
    escarchada de azúcar, 
    cebolla y hambre. 
    . 
    Una mujer morena 
    resuelta en luna 
    se derrama hilo a hilo 
    sobre la cuna. 
    Ríete, niño, 
    que te traigo la luna 
    cuando es preciso. 
    . 
    Alondra de mi casa, 
    ríete mucho. 
    Es tu risa en tus ojos 
    la luz del mundo. 
    Ríete tanto 
    que mi alma al oírte 
    bata el espacio. 
    . 
    Tu risa me hace libre, 
    me pone alas. 
    Soledades me quita, 
    cárcel me arranca. 
    Boca que vuela, 
    corazón que en tus labios 
    relampaguea. 
    . 
    Es tu risa la espada 
    más victoriosa, 
    vencedor de las flores 
    y las alondras 
    Rival del sol. 
    Porvenir de mis huesos 
    y de mi amor. 
    . 
    La carne aleteante, 
    súbito el párpado, 
    el vivir como nunca 
    coloreado. 
    ¡Cuánto jilguero 
    se remonta, aletea, 
    desde tu cuerpo! 
    . 
    Desperté de ser niño: 
    nunca despiertes. 
    Triste llevo la boca: 
    ríete siempre. 
    Siempre en la cuna, 
    defendiendo la risa 
    pluma por pluma. 
    . 
    Ser de vuelo tan lato, 
    tan extendido, 
    que tu carne es el cielo 
    recién nacido. 
    ¡Si yo pudiera 
    remontarme al origen 
    de tu carrera! 
    . 
    Al octavo mes ríes 
    con cinco azahares. 
    Con cinco diminutas 
    ferocidades. 
    Con cinco dientes 
    como cinco jazmines 
    adolescentes. 
    . 
    Frontera de los besos 
    serán mañana, 
    cuando en la dentadura 
    sientas un arma. 
    Sientas un fuego 
    correr dientes abajo 
    buscando el centro. 
    . 
    Vuela niño en la doble 
    luna del pecho: 
    él, triste de cebolla, 
    tú, satisfecho. 
    No te derrumbes. 
    No sepas lo que pasa ni 
    lo que ocurre. 



















    Las nanas de la cebolla cantadas por Serrat

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